Gloria Comesaña Santalices
Maracaibo, 2010
En las últimas décadas, Marbella Camacaro,
profesora titular de la Universidad de Carabobo, ha investigado sin descanso
sobre el tema de los derechos sexuales y reproductivos. Durante los últimos
años ha recolectado e interpretado los datos sobre el parto de la mujer,
obtenidos mediante un trabajo de campo que recoge en su obra La Obstetricia
develada: otra mirada desde el Género.
Por primera vez en Venezuela, se plantea un
trabajo de esta naturaleza, y desde la única perspectiva posible: la mirada
feminista a través de la metodología de género. Y decimos la única perspectiva
posible porque, obviamente, desde la profesión médica, un discurso y un análisis
de esta naturaleza serían poco menos que imposibles, siendo la institución
médica una de las más cerradas a toda crítica o autocrítica, lo cual rodea
todos sus actos casi de una conspiración de silencio que nadie se atreve a
romper.
Por eso este libro es tan importante, puesto
que desmonta un discurso —el de la medicina obstétrica en este caso— y nos
obliga a ver de frente algo que la mayoría prefiere soslayar: que el poder del
que disfrutan los médicos/as, en este caso la rama de la obstetricia, se asienta
y hace posible gracias al patriarcado.
De la experiencia de la mujer y de su
conocimiento auténtico sobre lo que sucede en su cuerpo, la medicina oficial,
patriarcal, hace caso omiso, puesto que a las mujeres sólo se les concede la
palabra en este terreno, si son médicas, y si repiten a pies juntillas el
discurso único autorizado. Por otra parte, nos dice nuestra autora, desde
la mirada cientificista y organicista del discurso médico obstétrico, las
mujeres son vistas fundamentalmente desde una perspectiva biologicista como
seres fundamentalmente sexuados, cuya función principal en este mundo, consiste
en concebir y parir.
Violencia obstétrica
Jamás, por otra parte, la práctica médica se
reconoce culpable de problemas causados a los/as pacientes. En el caso de las
mujeres nunca el cuerpo médico reconoce que, en numerosos casos, las
complicaciones que sufren las mujeres durante el embarazo, el parto o el
puerperio, o, en todo caso, durante la solicitud de atención ginecológica, son
consecuencia de intervenciones, tratamientos no necesarios, omisiones o
diagnósticos incorrectos o agresivos.
Por otra parte, y si bien es cierto que los/as
médicos/as en general, se consideran dotados de una autoridad absoluta que
derivaría de su saber, razón por la que se sienten superiores a sus pacientes,
y con derecho a tratarlos/as con altanería, groseramente a veces, o como si
fuesen infantes, esto se agrava en el caso de la relación entre el/la médico/a
y la mujer, que particularmente durante el embarazo, y sobre todo en el parto,
se encuentra en una situación de absoluta vulnerabilidad. Todas conocemos
historias de mujeres que han sido maltratadas verbalmente por su médico/a
cuando no han sido agredidas incluso físicamente.
Camacaro muestra los avances que en materia legal
ha habido en Venezuela, a pesar de los cuales, la situación de las mujeres en
general, y muy en especial en el caso que nos ocupa, no ha cambiado mucho,
porque, además de que las leyes o normas no se cumplen —por falta de medios,
por desinterés, o por desconocimiento—, en el campo de la atención obstétrica
es preciso vencer siglos de comportamientos anquilosados, y deshacerse de una
ideología patriarcal que ve a las mujeres como objetos pasivos del discurso
omnisciente de la medicina que, según sus detentores, no amerita ningún cambio
ni corrección.
Haciendo un recorrido histórico, nuestra
autora nos muestra cómo a mediados del siglo XIX, la atención del embarazo, del
parto y del puerperio, les fue arrebatada a las mujeres para convertirla en un
acto medicalizado, que debe ocurrir dentro de la institución hospitalaria y
bajo un control médico homogéneo, donde la mujer es además desposeída de su
cuerpo y de su dignidad como persona.
Camacaro destaca cómo desde la consciencia adquirida
a partir de la «teoría feminista», las mujeres investigadoras de estos temas,
hacen un verdadero trabajo militante, al mostrar cómo en cada período
histórico, apoyándose en la religión, o en la ciencia o en ambas, de lo que se
ha tratado es de convencer a las mujeres de que son seres débiles, inferiores,
destinadas a soportar la carga de la reproducción de la especie, y que, además,
deben estar agradecidas cuando las instituciones médico-hospitalarias, se
apropian de sus cuerpos y de los de sus hijos/as, so pretexto de ayudarlas a
llevar adelante eficazmente sus embarazos y partos, por el mejor bien de la
humanidad, que es el señuelo con el cual elevan a la función maternal a un
sitial en el cual ninguna humana real puede estar mucho tiempo.
Poder y medicalización
El punto álgido se alcanza en el capítulo
titulado: «Deconstruyendo los simulacros hegemónicos», en el cual la autora
muestra y demuestra lo que constituye el punto central de su investigación: la
forma en que la medicalización excesiva de la vida humana, y particularmente de
los procesos de las vidas reproductivas de las mujeres, que no sufren de
ninguna patología (menopausia, menstruación, embarazo, parto, lactancia), las
somete a procedimientos y tratamientos que traen consigo secuelas negativas
para su salud, debido a los tratamientos en sí mismos, pero también porque, al
tratarlas como enfermas, las mujeres ven reducidas sus posibilidades «de
valerse por sí mismas, dependiendo de una intervención técnico-médica para
afrontar su vida sexual, reproductiva, síquica, y hasta cotidiana».
A partir de allí Camacaro va desgranando la
terrible letanía de las entrevistas a obstetras, residentes y pasantes,
que muestran cómo, en los hospitales públicos, las mujeres, desde que llegan a
parir, son atrapadas en un protocolo en el cual son tratadas como meros cuerpos
que son manejados y manipulados siguiendo unas normas estrictas.
En ellas, poco cuenta la identidad de la
persona, sus necesidades, su propio proceso en el acto de parir, y su derecho a
no sufrir tratamientos o prácticas innecesarias, en medio de los cuales,
además, las mujeres no pueden ni siquiera ver a sus hijos/as una vez
nacidos/as, y mucho menos sentir su calor y darles el suyo.
Aunque en cantidad son menos, los testimonios
de las mujeres son prácticamente todos horripilantes, corroborando de una
manera terrible, porque lo han sufrido en carne propia, los testimonios del
cuerpo médico de los que ya hemos hablado.
Con respecto a dichos testimonios, deja en
claro la autora, que la fuerza de la razón tecno-científica en este campo es
tan grande, «que logra anular en ellos/as, la posibilidad de contestación, de
considerar críticamente su actitud, mediante el afianzamiento de una mentalidad
que califica como impropio del hacer científico el reconocimiento de todo
aquello que no se haya inscrito en ese saber/hacer».
Incumplimiento a la ley
En la última parte de este capítulo, recoge la
autora las quejas, rechazo e incomprensión de la gente médica (médicos/as,
pasantes, residentes) con respecto a la nueva Ley sobre el derecho de las
mujeres a una vida libre de violencia (2007), que incluye por primera vez la
violencia obstétrica. En estas protestas queda ejemplificada la actitud
prepotente e intolerante del cuerpo médico en general, frente a cualquier
situación en la cual su práctica médica sea sometida a evaluación.
En las conclusiones, Camacaro expresa que con
el apoyo de la nueva Ley sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia, es mucho lo que aún falta por hacer para que las mujeres se
empoderen, para que las embarazadas no sean vulnerables y tomen conciencia de
sus derechos frente al poder patriarcal y médico en particular, y para que la
institución médica sea capaz de reconocer a las mujeres como sujetas y dueñas
de sus vidas, de sus cuerpos y deseos, y pongan sus conocimientos en diálogo
con los suyos, para proporcionarles una verdadera calidad de vida.
Varios son los eventos que pasan por mi mente, recordando los atropellos que observé en las salas de parto mientras fui pasante de esa área en mi formación como enfermera. Por alguna razón incomprensible observamos los hechos, sentimos que están mal, sin embargo, callamos y no denunciamos semejantes trasgresiones. Definitivamente es largo el camino por recorrer en el sector salud y en nuestra sociedad para cambiar estos patrones que conducen a la repetición del sometimiento de las mujeres en todas sus esferas. Esta obra es parte del cambio, escritos que nos invitan a reflexionar sobre nuestro quehacer en el cuidado de las personas… Gracias por eso!!!
ResponderEliminarUna importante y comprometida reflexión feminista, la de Gloria Comesaña y la de Marbella Camacaro, que todas agradecemos. En ellas se muestra el ejercicio perverso del poder médico, que es patriarcal en su esencia y en su manifestación, aunque puedan ser mujeres las que lo practiquen, legitimado por el uso común y la auctoritas científica, y favorecido por la complicidad profesional. En la sala de parto se entrecruzan de forma paradigmática los prejuicios, los esquemas mentales que avalan la desigualdad, la opresión y el menosprecio por las mujeres, sus pensamientos, sus sentires y sus palabras, de lo que resulta agresión directa, dolor y horror.
ResponderEliminarEscondida allí en los quirófanos, en los gritos silenciados, están humillaciones, dolores, sufrimientos y muertes totalmente evitables, sostenidas sobre el imaginario colectivo y en el pensamiento médico en los que todavía persiste la idea castigo "parirás con dolor", vestigio del pensamiento mágico que culpabiliza a las mujeres por la pérdida de un "supuesto paraíso", y hecho por el cual nunca serán suficientemente castigadas.
Alba Carosio
Directora CEM UCV
Partiendo del Evangelio anunciado por la persona de Jesús histórico que realza la mujer y hace valer su dignidad como persona Lucas 8 10- 11 “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 “Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete en paz”. Hago una exhortación por el honor del Nombre de Jesús en practicar su enseñanza y comenzar ver y tratar a la mujer; como un ser capaz de realizar grandes hazañas, de la cual, se tiene muchas experiencia y testimonio de las mismas. No hay motivo para seguir viviendo sumergido en el machismo sin sentido que aún prevalece en América Latina y del Caribe.
ResponderEliminarEstoy hoy más que nunca convencido que si se puede llegar a una igualdad de género, donde brillarán los aportes de ambos para la reconstrucción de ésta Humanidad deshumanizada. Para ello, es necesario en primer lugar, humanizarnos partiendo en reconocer a la mujer, sus virtudes y sus capacidades que superan sus debilidades como todo ser humano y en segundo lugar, creando redes de apoyo en defender sus derechos, sus opiniones, sus aportes para hacer de éste mundo, un mundo accesible de valores que harán que las violencias de todo género cesen.
A lo largo y ancho de la historia, se ha escrito mucho sobre la responsabilidad que se debe asumir en cuanto a la NO VIOLENCIA y mi gran incógnita e interpelación a los hombres pensadores e historiadores de ayer y hoy es ¿Qué pasa que la MUJER no es vista, respetada y tratada en la totalidad?
Basta del maltrato físico, verbal, etc… No nos subestimemos por ser hombre, más bien, honremos a la mujer y su papel primordial en la construcción de la venidera historia que los hijos de nuestros hijos leerán y vivirán. No decepcionemos con nuestras actitudes erradas y machista la mentalidad abierta de la generación futura, o más que abierta, integradora.
DEIBY FUNMAYOR, Misionero del Sagrado Corazón
Estudiante de Teología en la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá.