El Marx de Bolívar

Marx y Bolívar en el pensamiento colonial europeo

J.L Monzantg


Es imposible que un hombre acierte siempre en todo
o se equivoque siempre en todo
Polibio

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Cuando Arturito Mengual, aún adolescente, regresó de estudiar en España y nos vimos en un mall de la ciudad, me contó que los españoles, incluidos sus profesores de historia, «tienen la verdad cruzada», pues para ellos Bolívar es Boves y Boves es Bolívar. Que él tomó la palabra –me dijo– y les aclaró lo que su viejo profesor de historia del Colegio Claret de Maracaibo previamente le había enseñado. 

Esa tarde le recordé a Arturo que todos los pueblos son «etnocéntricos», y que muchos son, en verdad, racistas, y ello se debe a algo así como al resguardo de la «supervivencia cultural», pues todos acomodan su cultura por encima de las otras, escriben la historia a su manera e incluso fabrican sus héroes y sus villanos a su conveniencia; y que para el caso de España y buena parte de Europa, Bolívar no sólo simbolizaba al antieuropeo latinoamericano de los días de la independencia, sino que encarnaba –al menos en su expresión política– al pueblo que había atentado contra la estabilidad económica del viejo continente, siendo que América Latina fue y aún es parte importante de la despensa de Europa y otras potencias. 

Al etnocentrismo propiamente europeo le llaman «eurocentrismo», construido desde la visión y la práctica colonialista de una Europa que primero invade América y parte importante del mundo, y luego impone su cultura y obtiene grandes beneficios económicos y políticos, de los cuales dispone, en parte, aún hoy. 

2
El ensayo de Marx sobre Bolívar, titulado Bolívar y Ponte, y de cuya publicación se cumplieron más de 150 años, es, en realidad, una «entrada biográfica» de La Nueva Enciclopedia Americana del Estados Unidos de aquellos días, y es, a su vez, una de las pruebas de que el pensamiento del genio alemán de las ciencias sociales que fue Carlos Marx también respondía, en más de un caso, al eurocentrismo colonialista de mediados del siglo diecinueve.   

Digo en más de un caso –y esto es importante aclararlo para que no se crea que Marx hubiera desvariado tan sólo una o dos veces, ni siquiera dos o tres, sino muchas más– porque el respetado autor del Manifiesto comunista ‒y de El capital‒ también fue abiertamente eurocéntrico al formular los períodos de la historia del mundo, y sus respectivos «modos de producción», habiéndolo hecho como lo hizo a partir de la singular y exclusiva evolución histórica de Europa. 

En el caso que nos ocupa, Marx hace una «aparente» acusación al decir que Bolívar fue un cobarde sempiterno, de principio a fin: desde que en 1810 se escondió, en su casa, para no participar en la temprana conspiración de los mantuanos de Caracas contra el rey de España, hasta que en 1830 se rehusó a enfrentar a Páez, en la frontera norte entre Colombia y Venezuela. 

Quiero insistir en que la acusación de cobarde fue sólo «aparente». Al releer el ensayo es posible observar cómo la idea que le da su estructura, forma y esencia, es la visión colonialista del europeo promedio de mediados del siglo diecinueve, específicamente la del colonialismo inglés. Lo que Marx se propuso –o realmente logró– fue una vindicación del papel de los ingleses en la guerra por la independencia «formal y política» de América del Sur. 

Pensando en este asunto de la visión y la práctica colonialista –del eurocentrismo– se me ocurre que tal como los romanos vieron a los antepasados germánicos de Marx, así Marx pudiera haber visto a Bolívar como a un «bárbaro». Bolívar fue para Marx, además de cobarde y traidor, un mal estratega militar, un alegre e inoportuno festejador de pequeñas victorias, un derrochador de proclamas y constituciones, y un «bonapartista» ambicioso de poder con fuertes tendencias al despotismo; y no se crea que la acusación de «bonapartista» es poca cosa en el imaginario representacional de los europeos antimonárquicos del siglo diecinueve. Pero lo que me resulta aún más paradójico, eventualmente menos creíble por incongruente e incoherente, es que Marx también representó a Bolívar como a un hombre fuertemente influenciable por otros hombres «mejor dotados», «más ilustrados» (Ribas, Brion, Roscio); fácilmente persuadido incluso por sus enemigos (Pablo Morillo), pues en definitiva –continúa Marx– Bolívar, «como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento».

3
Cuando a principio de los años noventa trajiné algunas de las principales «biografías fabuladas» de Francisco Herrera Luque –Los cuatro reyes de la baraja; Boves el urogallo; Piar, caudillo de dos colores, y Bolívar de carne y hueso–, observé cómo el autor acomodaba las bondades del personaje según su protagonismo: cuando los biografiados principales fueron Boves o Piar, el «villano» o «antihéroe» era Bolívar; cuando fue Bolívar, aquellos dos eran los «villanos»; de modo que con Betancourt, lo fue Gómez, y con Gómez, Betancourt.  

He notado esta tendencia en otros biógrafos, y Marx no ha sido la excepción. El genio alemán no sólo ignoró a Polibio al construir a un Bolívar completamente «bárbaro»; tampoco hizo una sola crítica a los ingleses y a los otros europeos que participaron en la guerra por la independencia de Venezuela y América del Sur. Tratándose de quien se trata, conociendo y respetando a Marx como lo hacemos, es más incongruente aún que no criticara, por ejemplo, la condición de capitalistas y mercenarios de los ingleses, ni el verdadero afán de la «liberal» Londres por sustituir a Madrid como potencia colonial. Por el contrario, fue a los «monárquicos» de Madrid a quienes también tachó de cobardes, como antes lo había hecho con los latinoamericanos. 

Una pregunta algo candorosa, quizá, pero que se hace obligante formular después de leer el impresentable ensayo de Marx: «¿por qué el autor de El capital escribió algo tan alejado de la crítica dialéctica y materialista de la historia?» De momento me respondo –gracias al Vladimir Acosta de El Bolívar de Marx– que puede haberse debido a que Carlos Marx no vio ni capitalismo en América Latina ni revolución anticapitalista en la guerra independentista que Bolívar acaudilló. 

Marx tampoco argumenta sobre cómo un cobarde se hizo nombrar «jefe supremo» durante más de diez años de guerra, al igual que no da cuenta prácticamente de ninguna de sus muchas afirmaciones y negaciones. Y como hasta el momento en que escribió sobre Bolívar ‒léase 1858‒ no había superado sus «prejuicios colonialistas» –si acaso los superó–, no pudo ver el valor popular y anticolonial de las luchas de Bolívar, ni la importancia geopolítica de la unidad suramericana que procuraba, sobre lo cual Marx apenas dijo que Bolívar quería la unidad tan sólo para fortalecer su dictadura personal. 

Lo interesante del caso es que con Bolívar y Ponte quien queda realmente mal parado es Marx. Al genial crítico del capitalismo europeo, autor de cientos de ensayos y de voluminosos libros –ensayos y libros inmortales, la mayoría de ellos, de más está decir–, se le vieron todos sus puntos flacos en apenas una veintena de páginas en las que sintetizó parte importante del «sentido común» europeo del diecinueve sobre Simón Bolívar y las excolonias hispánicas; y dejó en evidencia su pensamiento racista hacia todo lo no europeo o estadunidense, hacia todo lo que quedaba fuera del centro del capitalismo «desarrollado», que era realmente su objeto de interés intelectual, político y revolucionario. Marx no sólo se mostró ponzoñoso y cicatero; también dejó ver que fue capaz de hacer «trabajos por encargo» para los cuales no estaba ciertamente bien preparado o, peor aún, para los cuales sólo tomó fuentes parciales, sesgos biográficos y autobiográficos, aun conociendo la diversidad de obras disponibles en la Biblioteca Británica, según da muestras el historiador Vladimir Acosta en El Bolívar de Marx. 

Marx no escribe una coma en favor de las mayorías populares que lucharon contra la monarquía española; por el contrario, mostró desprecio por ellas sólo para enaltecer a los oficiales de la «Legión Británica». Mientras biógrafos y otros interesados escriban desde esta pueril negación de lo real, habrá, por ejemplo, «detractores» o acusadores y «apologistas» o defensores a ultranza de un individuo, de una cultura, de un pueblo. A menos que se trate de «trabajos pagados», lo inteligente es avecinarse al biografiado en sus contradicciones. Por ello, a pesar de la ambigüedad que como biógrafo noté en el recordado autor de La historia fabulada, puedo decir que cuando pienso en Simón Bolívar lo hago desde el elocuente y amainado ensayo que Francisco Herrera Luque tituló Bolívar de carne y hueso, debido al énfasis que el psiquiatra e historiador venezolano hizo en la dualidad de Bolívar como hombre de visibles contradicciones.

4
El Bolívar de Marx es una publicación apreciable de Alfadil, y contiene el ensayo de Marx, Bolívar y Ponte, con Estudios críticos de los historiadores Inés Quintero y Vladimir Acosta. Pero –que todo siempre hay que decirlo, insistió Saramago una vez y la otra– lo realmente apreciable es el estudio de Vladimir Acosta.
¿Por qué digo esto?, porque Quintero, posiblemente no interesada en desmentir a Marx, sorteó la discusión. Según veo, se limitó a hablar en nombre de alguna parcialidad política, aunque lo hizo con la elegante escritura que le caracteriza de un tiempo acá. Y como la buena historiadora que maneja las «categorías de trabajo» del oficio, para atemperar tal evasión alegó que «Bolívar fue un hombre de su tiempo», de su época, y, al parecer, luego de semejante fórmula o «verdad de fe», debemos suponer que todo queda explicado.

A excepción de Germán Carrera Damas, he observado cómo a principio del siglo veintiuno se ha incrementado cierta moda anti-Bolívar entre algunos destacados historiadores de Caracas. Moda editorial que me lleva a pensar en los Elías Pino Iturrieta, en los Manuel Caballero, y eventualmente los hago acompañar de Inés Quintero, a quien se suma Ana Teresa Torres. A Carrera Damas hay que ubicarlo en otra categoría, bajo otra condición, porque se trata de un historiador coherente con más de cuarenta años de cuestionamiento público y afanoso a la figura de Simón Bolívar. Esto se debe –según el Roberto López Sánchez de El protagonismo popular en la historia de Venezuela– a que Carrera Damas lo ha hecho con el propósito de contribuir a borrar de la memoria colectiva el carácter popular de la guerra de independencia y, al tiempo, desmeritar el proyecto nacionalista de Bolívar, «el único proyecto nacionalista burgués de nuestra historia» antes del siglo veintiuno. 

En La criolla principal, por ejemplo, Quintero –quien como Carlos Marx y Francisco Herrera Luque tampoco escapa de lo que he llamado el «síndrome del biógrafo»– arremete de algún modo contra Simón Bolívar. En cambio, en su estudio crítico sobre Bolívar y Ponte se limitó a decir, sin estridencia y con la elegancia de rigor, dos o tres cosas sobre el «Bolívar dictador» y el «Bolívar revolucionario», pero se apoya en las ditirámbicas afirmaciones del genio alemán para alimentar parte de la publicidad de alguna parcialidad política. 

El trabajo de Acosta, aunque igualmente alimenta parte de la publicidad de alguna parcialidad política, es ‒razón hay al decirlo‒ efectivamente valioso. Acosta sí analizó y contrapuso los excesos de Marx, pero se mantuvo irremediablemente lejos de reconocer sus posibles aciertos y eso lo convierte ‒a Vladimir Acosta‒ en un historiador tan ponzoñoso como Marx y tan esquivo como Quintero. No obstante, con el abecé del historiador a la mano, Acosta contrastó fuente contra fuente y da muestras de haber estudiado las tres obras a partir de las cuales Marx dijo haber construido su errático Bolívar y Ponte. Por cierto, Vladimir Acosta recordó que los errores de Marx comenzaron desde el título, sabido como se sabe que los apellidos de Simón son Bolívar y Palacios, mientras Bolívar y Ponte son los apellidos de su progenitor; y dejó claro que otros desatinos básicos son repetidos por Marx en el texto. 

Acosta, que a mi gusto llama las cosas con nombre y apellido, aclara que el ensayo de Marx es rescatado de cuando en cuando por la derecha, sobre todo después de hacerse visible que las ideas de Bolívar puedan ser del uso de las mayorías populares. Pero, que todo siempre hay que decirlo, lo cierto es que la izquierda también ha usado obras de personajes que no son conocidos precisamente por su militancia de izquierda. Pienso en el breve, sorpresivo y estrafalario ensayo de Albert Einstein, titulado ¿Por qué socialismo? Visto así, Carlos Marx y Albert Einstein son dos «outsiders» deslucidos por los universos políticos opuestos dentro de los cuales se desenvolvieron o pretendieron hacerlo: la derecha usa a Marx, la izquierda usa a Einstein, cada genio con un ensayo que, en definitiva, dice poco y aporta menos, aunque sea contradictoriamente meritoria su intervención. 

Lo que podemos lamentar –más aún– del estudio crítico de Acosta es que su respuesta historiográfica sea canónica, oficiosa. Se limita a recordarnos el «cuento escolar» sobre un Bolívar deificado; cuento que, a su vez, es causa de que muchas personas –historiadores incluidos– se muestren adversas a la figura de Bolívar por lo poco terrenal, por lo poco de este mundo que resulta el hombre a quien sus defensores presentan como algo más que el arquetipo del héroe. 


A mí, personalmente, no me escandalizan los excesos reales, posibles o infundados achacados a Bolívar; los que hubiera podido cometer o no durante la guerra, y aun después de ella. Habiendo leído El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, como seguramente Bolívar lo hizo, y sabiendo que en los asuntos del poder hay que hacer «lo que sea» para alcanzarlo, para conservarlo y para recuperarlo cuando se hiciera necesario, pues no es de extrañar que fuera cierta la ruidosa entrega de Miranda –haya sido traición o no– si con ello el hombre de carne y hueso salvaba el pellejo; tampoco asombra que un jefe militar, en eventual desventaja estratégica, hubiera declarado la «guerra a muerte», ni tiene que ser necesariamente falso que Bolívar –conocido como el buen político que fue, conocedor del alma del hombre como unos y otros ciertamente le reconocen que era– hubiera recurrido a frecuentes renuncias fingidas, simuladas, para volver a ser proclamado en el poder político por sus pares de la rancia burguesía bogotana de la época; ni su responsabilidad en el fusilamiento de Piar, ya por venganza o inquina personal, ya por temor a la «pardocracia»; temor a la insurrección de los pardos o mestizos, de lo cual el autor del corrosivo y subversivo Manifiesto comunista tampoco valoró su potencial de lucha popular. 

Lo definitivamente cierto es que cualquiera que pretenda dibujar un Bolívar rectilíneo –por exceso o por defecto, por agrio o melindroso– simplemente lo falsifica. Al tiempo, sigo convencido de que parte significativa de la grandeza de Bolívar hay que buscarla en la imaginación y en las palabras de los historiadores, de los biógrafos, y de todo quien se sienta circunstancialmente necesitado de recurrir a Bolívar con una intención o con la otra, más que en la contradictoria realidad de la guerra y de los años posteriores.

También me es necesario reiterar que el genio alemán que fue Carlos Marx –y a quien considero el más importante de los estudiosos de las ciencias sociales a lo largo de la historia– salió más perjudicado que su maltrecho biografiado en Bolívar y Ponte. A tal punto quedó Carlos Marx atascado, amarrado a este ensayo ventral e indigesto; de tal modo dejó en él sus miserias y sus contradicciones que, a mi gusto, bien puede hablarse –como si de dos personas se tratara– del Marx materialista y dialéctico de sus obras más conocidas e importantes, y del Marx colonialista y eurocéntrico de alguna enciclopédica y descosida «entrada biográfica» conocida como Bolívar y Ponte; un Marx a quien, visto lo que hemos visto, dicho lo que dicho está, pero sobre todo a falta de mejor tratamiento, de momento llamaremos «el Marx de Bolívar».
  

2 comentarios:

  1. He visto-leído- un Bolívar héroe, mítico, súperhombre; dibujado según conveniencia del autor del cuento; y lo acepto; entiendo que es propio de la visión ideológica que impere. Lo que me parece ridículo es la deformación que se intenta hacer del Bolívar real, del hombre idealista, soñador, emprendedor y creador de una Nacionalidad Americana. Es, simplemente, una necedad pretender descalificar, con cualquier excusa, o por cualquier motivación subalterna, la grandeza de un estratega, estadista y líder de tan exepcional figura.
    por otro lado, he notado que a Bolívar se le utiliza, también, como muleta para pasear por los difíciles caminos de la literatura, y adquirir notoriedad a través de la exposición de rasgos-verdaderos o no- que pudieran ser polémicos, y dar así a su utilero, importancia que le dé presencia en los medios.

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  2. CREO QUE MARX FUE Y SERA UN HOMBRE BRILLANTE PERO CUANTO A LO ESCRITO SOBRE SIMÓN BOLÍVAR EL NOS DEMUESTRA QUE APESAR SUS CRITICAS Y ANÁLISIS SOBRE CAPITALISMO EUROPEO EL NO PUEDE ESCONDER SU CONCIENCIA EUROPA QUE TRASPASA CUALQUIER LÓGICA Y NOS DESPRECIA A TODOS LOS LATINOAMERICANOS AL EXPONER POR MEDIO DE SUS ESCRITO ESOS PÁRRAFOS TAN DESDICHADOS SOBRE NUESTRO SIMÓN BOLÍVAR DIGO NUESTRO AUNQUE SOY CHILENA POR QUE COMO DICE PABLO NERUDA SIMÓN BOLÍVAR NUESTRO LO QUE NO SABE MARX QUE NO CONSIDENCIA QUE BOLIVAR FUERA VENEZOLANO UNA TIERRA QUE PARIO Y SIGUE PARIENDO HOMBRE DE ESA TALLA COMO LO FUERON , MIRANDA, ANDRES BELLO,SIMON RODRIGUEZ, SUCRE, PAEZ, MANUEL CARREÑO ENTRE OTROS POR QUE VENEZUELA SE CARACTERIZA POR ESO ADEMAS DENTRO NUESTRO CONTINENTE TENEMOS AUN SAN MARTÍN, AUN ARTIGAS, ETC, HOMBRE EXTRAORDINARIOS QUE ADELANTARON A SU ÉPOCA Y POR TIENE Y TUVIERON TANTOS ENEMIGOS QUE SOLO EL TIEMPO Y POCA LES DADO LA RAZÓN PARA MARX APESAR DE SU MENTE BRILLANTE Y EXTRAORDINARIA PREVALECE SU CONCIENCIA EUROPA DESPOJA TOTALMENTE DE OBJETIVIDAD DE MUESTRA SU PARTE RACISTA Y CLASISTA NO CONSIDE DE ESTA PARTE DEL MUNDO EXISTEN PERSONAJES TAN BRILLANTES Y EXTRAORDINARIO QUE PUDIERON DARLA LIBERTAD A SEIS NACIONES CON ESO SOLO HECHO YA SE HICIERON INMORTALES, Y LEYENDAS PORQUE PARA LÓGICA EUROPEA EL INDIVIDUALISMO ES LA SOLUCIÓN Y LO DEMUESTRAN EN ÉPOCA DE CRISIS COMO LO ESTÁN DEMOSTRANDO CON CRISIS PROFUNDA QUE TIENEN EN ESTE MOMENTO QUE TARDE O TEMPRANO LOS VA SER ABANDONAR LA EURO ZONA Y EL EURO PERO ESA MEZCLA EXTRAORDINARIA HIZO QUE VENEZUELA SEA ASÍ QUE SIEMPRE NACEN HOMBRE Y MUJERES DE ESA TALLA COMO LA DE SIMÓN BOLÍVAR MARX SERA SIGUIERA SIENDO UN HOMBRE BRILLANTE UN FILOSOFO QUE INDEPENDIENTEMENTE QUE LA IZQUIERDA SE ALIMENTE DE EL Y LA DERECHA A SU MANERA LO IMPORTANTE ES QUE LLEVO A LAS CIENCIAS SOCIALES AL PEDESTAL QUE ESTA HOY EN DÍA PERO CREO SU ANÁLISIS DE BOLÍVAR SU ALGO MUY SUBJETIVO EN EL CUAL PREVALECE LA SUBJETIVIDAD EUROPEA ANTE TODO MAS QUE CUALQUIER OTRA COSA Y SIMÓN BOLÍVAR ES Y SERA UN SER MARAVILLOSO QUE NACIÓ ADELANTADO A SU ÉPOCA LO CUAL LE TRAJO MUCHOS ENEMIGOS Y DETRACTORES PERO SOLO EL TIEMPO SE ENCARGADO DE DIGNIFICARLO PONERLE EN LUGAR QUE MERECE POR QUE YA TRASPASO LA HISTORIA MUNDIAL Y ESTA DENTRO LOS HOMBRE QUE CAMBIARON LE HISTORIA MUNDIAL SIENTO ORGULLO TREMENDO QUE SEA LATINOAMERICANO Y NUESTRO

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