Sobre Mario Vargas Llosa

Lilia Boscán de Lombardi
Maracaibo, diciembre 2010

Ha sido un gran acierto, y un acto de justicia, conferirle el Premio Nobel de Literatura 2010 al gran escritor peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936). Si no triunfó como político, el éxito como escritor ha sido enorme siendo merecedor de múltiples premios y distinciones tales como El Premio Biblioteca Breve (1963), por la novela La ciudad y los perros; el Premio Rómulo Gallegos (1967), por la novela La casa verde; Premio Nacional de Novela del Perú (1967), por La Casa verde; Premio Príncipe de Asturias (1986), Premio de la Paz de los libreros de Alemania (1997), Premio Planeta (1993), por la novela Lituma en los Andes, y el más importante, el Premio Nobel(2010).

Es miembro de la Real Academia Peruana de la Lengua, desde 1977, y de la Española, dese 1994. Ha recibido numerosos Doctorados Honoris Causa por Universidades de Europa, América y Asia. Recibió la Orden Legión de Honor de Francia, en 1985, y la Orden El Sol del Perú (Gran Cruz con diamantes, 2001).

En el artículo publicado en el suplemento «Siete Días» del diario El Nacional del domingo 17 de Octubre 2010, que lleva por título «Catorce minutos de reflexión», Vargas Llosa hace un relato de lo que aconteció en ese tiempo, antes de las 6:00 en punto de la mañana, hora en que las radios, la televisión e Internet confirmaron que la noticia, dada al autor por el Secretario de la Academia Sueca quince minutos antes, era cierta. Fueron minutos de expectativa en que la memoria hizo un rápido recorrido por el pasado emergiendo momentos claves de su biografía: la casa de la calle Ladislao Cabrera, en Cochabamba, donde pasó su infancia; el hecho completo es que después del divorcio de sus padres, cuando su abuelo materno fue nombrado cónsul honorario del Perú en Bolivia y, además, firmó un contrato de diez años con la familia Said para trabajar unas tierras en Bolivia, la familia se trasladó allí. La evocación continúa por parte del autor con el recuerdo de la madre a cuyo lado creció y quien cuidó su educación prohibiéndole que leyera libros «escandalosos» como Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pensó que se habría alegrado mucho con esta noticia; recordó al abuelo Pedro, al tío Lucho y el año feliz, el último del colegio, que pasó en su casa de Piura; fue un familiar muy especial que apoyó y estimuló su temprana vocación de escritor; recordó el estreno, ese mismo año, de su obrita «La huida del Inca». 

Cuando fue nombrado Presidente de Perú, a su tío José Luis Bustamante, nombraron al abuelo Pedro, Prefecto de Piura, y después de diez años en Bolivia, la familia regresó al Perú. En Piura cursó el quinto de primaria en el Colegio Salesiano Don Bosco, y también el último año de secundaria en el colegio San Miguel de Piura. La estadía en Piura fue corta porque, en 1946, a la edad de 10 años, se mudó a Lima donde se encontró con su padre con el que tuvo una relación difícil. En Lima estudió en el colegio La Salle, de 1947 a 1949; a los 14 años, su padre lo envió al colegio militar Leoncio Prado, en El Callao, internado, donde cursó tercero y cuarto año de bachillerato, entre 1950 y 1951. En estos años leyó muchísimo y se deslumbró con autores como Alejandro Dumas y Víctor Hugo, a quien le dedicaría después un libro de ensayo sobre Los miserables, en el año 2004, cuyo título es La tentación de lo imposible. 

Pensó en sus amigos de adolescencia, Lucho Loaiza y Abelardo Oquendo y en la Revista Literatura, de la que se sacaron apenas tres números; recordó las discusiones literarias, el homenaje a César Moro, poeta surrealista que fue su profesor de francés; el manifiesto contra la pena de muerte; años de idealismo y de lucha en que era conocido con el apodo «El sastrecillo valiente». Recordó cuando ganó el concurso promovido por la Revue Francaise, en 1958, con el cuento «El desafío», que le deparó un viaje a París donde vivió la experiencia de conocer a Albert Camus y a María Casares, años de juventud en los que los sueños y las ilusiones guían todos los actos de la vida.

Recordó el primer año que vivió en Madrid y la impresión de su primer libro, Los jefes, ganador del concurso Leopoldo Alas. Recordó su decisión de ser escritor y no abogado, a la edad de 22 años, en Madrid. Decidió que organizaría su vida de tal manera que la mayor parte del tiempo y energía se volcarían en la literatura, y sólo buscaría trabajos que le dejaran tiempo para escribir. Recordó el gran apoyo de personas como Carlos Barral, Carmen Balcells y tantas otras, editores, críticos y lectores que permitieron la difusión de sus obras. Recordó los años en París cuando vivía casado con su tía política, Julia, trabajando en la Escuela Berlitz, la Agence France Presse y la Radio Televisión Francesa. Se había casado a los 19 años causando sorpresa y disgusto en la familia. El matrimonio duró diez años y después se casó con Patricia Llosa, prima suya, con la que ha tenido tres hijos: Álvaro, Gonzalo y Morgana. Ha sido su compañera durante toda su vida.

Pensó «en la extraña paradoja de haber recibido tantos reconocimientos por haber hecho lo que más quería y lo que le deparaba más felicidad, escribir libros cada uno de los cuales ha sido una aventura llena de sorpresas, de descubrimientos, de ilusiones y de exaltación que compensaban siempre con creces las dificultades, dolores de cabeza, depresiones y estreñimientos». Y pensó «en lo maravillosa que es la vida que los hombres y las mujeres inventamos, cuando todavía andábamos en taparrabos y comiéndonos los unos a los otros, para romper las fronteras tan estrechas de la vida verdadera y trasladarnos a otra, más rica, más intensa, más libre, a través de la ficción».

Los años de Bachillerato en el Liceo Militar Leoncio Prado fueron determinantes en los hechos que narra en La ciudad y los perros, con la que ganó el Premio Biblioteca Breve en 1963 y se convirtió en uno de los representantes del llamado «boom» de la novelística hispanoamericana, junto a otros escritores como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, sólo para citar algunos.

Vargas Llosa ha sido un incansable escritor de novelas, obras de teatro, ensayos, libros de crítica literaria y artículos periodísticos. Tiene una columna «Piedra de Toque» donde aborda diversos temas en el diario El País de Madrid, que se publica en otros muchos periódicos del mundo, y ha sido profesor invitado en numerosas universidades. Actualmente está dictando un curso en la Universidad de Princeton.

Entre las novelas publicadas se pueden mencionar las de tipo socio-político: a Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en la catedral (1969); las de tipo humorístico y satírico: Pantaleón y la visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977); de tipo histórico: La guerra del fin del mundo (1981). Luego siguen Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), que es de tipo detectivesco; El hablador (1987), Elogio de la madrastra (1988), Lituma en los Andes (1993). De tipo erótico: Los cuadernos de don Rigoberto (1997); y de tipo político: La fiesta del Chivo (2000). En el año 2006 publicó Travesuras de la niña mala, y en el 2010 publicó El sueño del celta.

Como dramaturgo es autor de La huida del Inca (1952), La señorita de Tacna (1981), Katie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1983), El loco de los balcones (1993), Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Odiseo y Penélope (2007), Al pie del Támesis (2008), Las mil noches y una noche (2010). Ha escrito los siguientes libros de ensayo: Carta de batalla por Tirant lo Blanc, prólogo a la novela de Junot Martorell (1969); Gabriel García Márquez o historia de un deicidio (1971), Historia secreta de una novela (1971), La orgía perpetua (1975), Entre Sartre y Camus (1981), Contra viento y marea Vol. I y II, desde 1966 hasta 1986. La suntuosa abundancia: sobre Fernando Botero (1984), La verdad de las mentiras (1990), Carta de batalla por Tirant le Blanc (1991), Un hombre triste y feroz, ensayo sobre Joerge Grosz (1992), Desafíos a la libertad (1994), La utopía arcaica, Cartas a un joven novelista (1997), El lenguaje de la pasión (2001), La tentación de lo imposible (2004), El viaje a la ficción sobre Juan Carlos Onetti (2008), y la autobiografía El pez en el agua (2008).

Vargas Llosa ha sido un escritor comprometido con su país y con su tiempo. En una época, producto del idealismo juvenil, fue fiel creyente del socialismo, aspirando un mundo de justicia y de oportunidades para todos, de allí su admiración por Fidel Castro y la revolución Cubana. Después de un tiempo conoció la desilusión por el fracaso de esa revolución, pero sus ideales lo llevan a participar activamente en la política de su país y a ser candidato presidencial. La lucha contra las dictaduras a favor de la democracia ha sido permanente, así como la defensa de los derechos humanos. Vale la pena mencionar sus libros de ensayo Contra viento y marea, Desafíos a la libertad y su libro de memorias, El pez en el agua.

La Academia sueca expresó que la obra de Vargas Llosa hace «una cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la rebelión y la derrota». Estas razones hicieron decir al autor que esperaba haber merecido el premio por su trabajo intelectual y no por sus ideas políticas, pero no hay duda que también se debe haber tomado en cuenta su obra ensayística en la que se muestra como un adalid de la libertad y de la democracia. En Desafíos de la libertad ofrece lo más selecto de su labor como analista político ocupándose de temas trascendentes y actuales de significado socio-político.

Vargas Llosa es un escritor realista, regionalista y universal. Sus obras reflejan la realidad social peruana con técnicas narrativas contemporáneas como la multiplicidad de focos narrativos, el montaje de planos socio-temporales, los efectos expresionistas, el monólogo interior. Sus libros están escritos con gran destreza técnica y virtuosismo narrativo. Una técnica muy usada es «borrar la huella del autor», convirtiendo la narración en un concierto de voces.

Vargas Llosa es uno de los más significativos representantes del llamado «Boom de la Literatura Latinoamericana», que significó una renovación en la manera de escribir. La influencia de escritores como Faulkner, Joyce, Kafka y otros autores que se habían atrevido a innovar y a romper las formas tradicionales de narrar, fue fundamental en ellos. En vez de un sólo narrador omnisciente, las voces de los personajes son varias y cuentan la historia varios narradores, «cuyas voces se relevan con tanta sutileza que el lector apenas nota los cambios de perspectiva y tiene la impresión que el narrador es uno solo» (La orgía perpetua, p. 213).

Otra innovación importante es el manejo del tiempo. Normalmente el relato se hacía en forma lineal de acuerdo a ese narrador que sabe todo lo que ha pasado y cuenta la historia de manera secuencial, estando el yo del narrador por encima de los personajes. Otra forma de narrar es cuando coinciden el narrador y el personaje, como sucede en la novela picaresca española; y, en tercer lugar, la que es propia de la novela contemporánea: el narrador está por detrás de los personajes y se mezcla con ellos. En un narrador-personaje plural. Los hechos no se relatan linealmente en un sólo tiempo sino que transcurren en planos temporales diferentes, tratando de parecerse a la vida misma en la que suceden simultáneamente varios acontecimientos, y como el pensamiento, que tampoco se mantiene fijo en una sola idea.

Vargas Llosa, en las novelas, sobre todo en las primeras, experimenta con una serie de recursos narrativos que conducen al lector a un mundo intrincado de múltiples significaciones en una estructura narrativa donde convergen diversos hilos de un tejido complejo pero elaborado con la maestría de un extraordinario narrador. Hay otras novelas donde recurre al narrador desde afuera, como en el caso de La guerra del fin del mundo (1981), excelente novela cuyo tema es el mesianismo, la conducta irracional humana. Los hechos que cuenta son de la historia de Brasil: la revuelta anti-republicana de masas guiadas por el iluminado Antonio Conselheiro, en el pueblo de Canudos.

En el libro El pez en el agua, el autor hace un relato minucioso de su biografía y de la historia política del Perú. El escenario histórico donde se desarrolla la vida de Vargas Llosa ocupa varios períodos presidenciales, empezando por el de su tío José Luis Bustamante, quien fue derrocado por el golpe militar de Odría, que duró en el poder 12 años, y fue sucedido por Belaúnde Terry (1963-1968); luego vino la dictadura militar de Velasco Alvarado (1968-1980), y el segundo gobierno de Belaúnde Terry (1980-1985); luego gobernó Alan García, hasta 1990, al que siguió Alberto Fujimori, en dos períodos continuos, y finalmente el segundo período de Alan García.

Vargas Llosa va a relatar todos los hechos y las circunstancias que lo llevaron a decidirse por aceptar la candidatura presidencial. La situación crítica de su país y el deseo de transformarlo lo impulsó a lanzarse en esa aventura, en la que reconoce cometió muchos errores, sobre todo la alianza con los partidos Acción Popular de Belaúnde Terry y el PPC (Partido Popular Cristiano), cuyo máximo líder era Bedoya. Si hubiera ido solo, como independiente, con su agrupación «Movimiento Libertad», posiblemente los resultados electorales hubieran sido otros. Después de esa lucha idealista por un país mejor salió convencido que la política no era lo que hasta ese momento había pensado sino que la que se vive y practica día a día, tiene poco que ver con las ideas, los valores y la imaginación, con las visiones teleológicas —la sociedad ideal que quisiéramos construir— y, para decirlo con crudeza, con la generosidad, la solidaridad y el idealismo. Está hecha casi exclusivamente de maniobras, de intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones, mucho cálculo, no poco cinismo y todo tipo de malabares. Porque al político profesional, sea de centro, de izquierda o de derecha, lo que en verdad lo moviliza, excita y mantiene en actividad es el poder: llegar a él, quedarse en él o volver a ocuparlo cuanto antes… quien no es capaz de sentir esa atracción obsesiva, casi física por el poder, difícilmente llega a ser un político exitoso (El pez en el agua, p. 90).

Cuando leemos la situación político-social del Perú que Vargas Llosa describe, nos admiramos por el parecido que tiene con la de otros países latinoamericanos y con nuestro propio país. Se suceden los gobiernos, pero continúan los mismos males con la corrupción encabezando una larga lista de problemas que indican la incapacidad para gobernar y para aplicar un programa de medidas que significaran el progreso de nuestros pueblos dentro de un marco de libertad y democracia. Vargas había hecho un proyecto que contenía propuestas para sanear las finanzas públicas, acabar con la inflación y abrir la economía peruana al mundo, contemplaba la privatización como la vía más rápida para crear una masa de nuevos accionistas y un capitalismo de raíz popular, para abrir el mercado y la producción de la riqueza a esos millones de peruanos que el sistema mercantilista excluye y discrimina (Id. p. 532).

Después de haber hecho este recorrido por la vida y la obra de Vargas Llosa se plantea la inevitable cuestión de hasta qué punto la biografía del autor se refleja o alimenta la obra de un creador, hasta qué punto lo que se cuenta en una novela es verdad o es mentira. No hay duda que la obra no sale de la nada, se nutre de la realidad, de los acontecimientos de la vida propia y de la vida de los otros, pero sin ser absolutamente fiel a los hechos porque entonces dejaría de ser ficción. Como dice Vargas Llosa: «no se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo». Parten de la realidad, pero la rehacen añadiéndole lo que la imaginación le dicte y en esos agregados reside la originalidad de una ficción.

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