Poesía y ensayo

La llama doble en la obra de Octavio Paz
Ricardo Gil Otaiza
Mérida, diciembre 2010

La verdad es que no entender nada me ha resultado siempre, como lector, extraordinariamente creativo, estimulante, alegre, y más bien alejado de todo drama. Esto no debe parecernos extraño. Después de todo, un clásico, por ejemplo, es simplemente un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Entenderlo todo puede ser el fin de la aventura, mientras que no entender nada es la puerta que se abre.

Enrique Vila-Matas
El viento ligero en Parma (1)

Cuando se frotó los ojos había escrito un libro, nos lo dice Octavio Paz en el Liminar de La llama doble. Amor y erotismo (Seix Barral. Biblioteca Breve) (2), publicado en 1993. Un proyecto largamente acariciado desde los lejanos días de sus quehaceres diplomáticos en diversos destinos, por fin se concretaba con asombro y perplejidad ante los ojos del escritor. Ese 1 de mayo de 1993, cuando Paz finalizó el último párrafo del libro, se erigía de pronto en un interesante punto de inflexión en su vida como autor, y para la literatura de habla hispana se consolidaba la amalgama de lo perfectamente poético y ensayístico. La sublimidad del verso se daba la mano con el pensamiento hilvanado desde la elocuencia y la seguridad de su estupenda prosa ensayística. Dos mundos contrapuestos, pero a la vez complementarios, lograban la sincronía ideal en medio de un tema por demás interesante: Amor y erotismo, la llama doble de la vida. 
Ensayando la poesía
En La llama doble vislumbramos la confluencia de fronteras entre la poesía y el ensayo; entre el erotismo que es poética del cuerpo y la poesía como erótica del lenguaje. Halla Paz la excusa ideal para sublimar en un solo hecho, es decir, en el libro, sus dos grandes pasiones: la poesía amorosa y el ensayo como una manera de explicarnos (explicarse en todo caso) la posibilidad de lo diverso y lo único. Ambos caminos como puentes a una poética que se exorciza a medida en que se diluyen los linderos entre ambos mundos. Y ello es posible gracias a la lengua, que Víctor Bravo enuncia «no ya como representación icónica del referente, sino como un juego de signos que se refieren a otros signos, antes que al referente»(3). Estamos en presencia, pues, de una dialógica de signos opuestos, en la que los referentes (poesía y ensayo) no son lo que parecen ser: antagonistas de un mismo hecho consustanciado (la escritura y el lenguaje), sino complementos de algo que parece «ser» y que a la larga resultan en un «algo» mucho mayor que eso: la poética de un mundo que se explica así mismo y se niega en su propia esencia.

Si como nos lo dice Paz: «La relación de la poesía con el lenguaje es semejante a la del erotismo con la sexualidad», podemos entonces inferir que el lenguaje poético y el ensayístico, aquí amalgamados, se hacen uno solo en este libro, de allí la importancia capital, no sólo para la obra entera del autor mexicano, sino para la literatura universal, que halla en este referente la expresión ideal para el cierre de ese hiato que se ha pretendido anteponer entre el verso y la prosa, y que pareciera insalvable, imposible de sortear. ¿Qué tenemos ante nuestros ojos? ¿Ensayo-poesía? ¿Poesía-ensayo? Cuando Paz busca justificar la escritura de su libro sobre «amor y erotismo», estando ya de regreso de los caminos de la vida, primero lo intenta por la vía del «proyecto inconcluso», dejado de lado con el correr de los años y olvidado para siempre entre los ajetreos propios de su azarosa existencia; luego se pregunta: «¿un adiós, un testamento?». Empero, él mismo ofrece —a nuestro entender— la única respuesta posible: «No le será difícil a un lector que haya leído un poco mis poemas encontrar puentes y correspondencias entre ellos y estas páginas». En otras palabras: asume Paz que su ensayo sobre el amor y el erotismo está orquestado desde su obra poética, que la congrega, que le confiere organicidad, sentido y coherencia. Nos dice —ni más ni menos— que el cierre de su permanente canto al amor, a través de la poesía, sólo es posible desde el ensayo amoroso, de allí su desasosiego; de allí su angustia ante la inminencia de la muerte. Pero no desde un ensayo cualquiera, en el que sólo son posibles los artilugios de la razón y del cotejo de ideas, sino desde las sinuosidades de una prosa ensayística que serpentea por los caminos del verso, que se columpia en el abismo de la abstracción. Tal como lo expresa el poeta, «Hay un momento en que el lenguaje deja de deslizarse y, por decirlo así, se levanta y se mece sobre el vacío». En este libro la prosa ensayística abandona el soporte que le es connatural, para alcanzar un vuelo inusitado, en el que se sublima con el verso y hacen del texto literario una partitura de infinitos movimientos y ritmos; un concierto de sonidos diversos, y a la vez únicos.

Víctor Bravo, en otro de sus más recientes libros nos advierte: «las fronteras entre el amor y el erotismo, sin embargo, no son tan nítidas, como no son nítidas las que separan el erotismo de la pornografía»(4). Por asociación entonces podríamos argumentar acá, que las fronteras entre la poesía y el ensayo no son tan nítidas en la presente obra de Paz. ¿Acaso un nuevo género en ciernes? ¿Un híbrido literario? ¿Tal vez un texto premonitorio nacido de la conjunción de la prosa ensayística y la poesía, tal como vemos conjuntar en el ahora a la narrativa y al ensayo también? ¿Se está erigiendo el ensayo como el género posible, como la síntesis del pensamiento creador desde la palabra? ¿Estamos acaso en presencia del nacimiento del ensayo como visión universal desde la palabra escrita? En suma, ¿podríamos hablar de ensayar la poesía? La llama doble poesía-ensayo, en este libro se realimenta, se nutre de ambas perspectivas, busca dar el salto desde lo meramente estilístico hasta lo ostensiblemente intelectual y complejo, para intentar comprender desde la palabra el mundo. La palabra, independientemente de si está versificada o no, busca en la antinomia de los opuestos el sustrato necesario a la hora de hacer realidad lo inasible.

No obstante, Paz advierte el «peligro», presiente el vacío, percibe la posibilidad antes descrita, y como esteta de la palabra reunifica significados y nos advierte: «Las palabras no dicen las mismas cosas que en la prosa; el poema no aspira ya a decir sino a ser». Luego agrega: «El lenguaje del poema es el lenguaje de todos los días y, al mismo tiempo, ese lenguaje dice cosas distintas a las que todos decimos». Sin embargo, el autor obvia —tal vez de manera deliberada a los fines teleológicos de su postura y de su libro— que el lenguaje en prosa se mimetiza, se acopla a las circunstancias; serpentea con el pensamiento, y al hablar de lo poético, se hace poesía. El lenguaje es uno y son muchos, es canto y es poesía, pero también las describe y nos las cuenta; alcanza cimas insospechadas de excelsitud en el verso, pero también puede ser oración, ser prosa. Sin pretenderlo —quizás— Paz erotiza el lenguaje en prosa para acercarlo a lo poético y en ese empeño difumina las fronteras entre lo perfectamente ensayístico y lo ineludiblemente poético. En otras palabras: a través del ensayo, o desde el ensayo, el bardo se reinventa como esteta.

Poesía y ensayo: la llama doble
Como bien lo expresa Paz: «La poesía pone entre paréntesis a la comunicación como el erotismo a la reproducción». Entonces, la prosa, es decir: el ensayo también, al hacerse «uno» y «diverso», pone entre paréntesis a la comunicación: la enriquece, la hace humana; la acerca a la vida y la torna inteligible al pensamiento y a la razón. Poesía y ensayo son, pues, bajo estos preceptos, vasos comunicantes entre lo inasible y la realidad de las cosas; entre lo que se mece en el vacío de la abstracción, y la descripción descarnada de hechos y circunstancias que, aunque intenten explicar al poema como «organismo aislado y exquisito» —en un contexto si se quiere aséptico y particular—, se diluyen en un mismo abrazo, como se hacen «uno» y eternos los amantes en el instante amoroso. «Sólo los hombres y las mujeres copulan con íncubos y súcubos», nos lo recuerda el autor. Por lo tanto, sólo el poeta es capaz de «copular» con el verso y con la prosa ensayística, en una especie de alternancia cruzada propia de los organismos hermafroditas, que se autofecundan y de esta forma aseguran la perpetuidad de la especie. En este sentido, Ricardo Piglia propone que «los libros en la literatura no funcionan sólo como metáfora… sino como articulación de la forma»(5). Entonces, Paz articula en su obra la forma poética y la ensayística, de tal manera que crea un solo universo: el de la realidad. Y en esa realidad perviven ambos géneros en una especie de simbiosis, mediante la cual «uno» no existiría sin el «otro».

En la obra de Paz, la escritura pareciera quedar suspendida en el aire en una especie de universo paralelo, que nos permite comprender la realidad desde el artificio de lo meramente literario. La llama doble de lo poético y lo ensayístico, presente en muchos de sus textos (por no decir, en casi toda su obra), se despliega desde su temprana juventud como un binomio en el que cada uno de estos géneros convive y mantiene su «personalidad», sin dejar de ser un mismo hecho, un mismo proceso creativo. Víctor Bravo ha señalado que «Por las metáforas del amor y el erotismo el humano ser alcanza el lenguaje y, en el lenguaje, una morada»(6). A través de estas metáforas busca Paz la morada («el humano ser») desde el lenguaje (poesía y prosa ensayística) y cimienta definitivamente su obra a través de un continuum, que no cesa como decisión creadora sino como experiencia vital. Si bien en La llama doble alcanza tal presupuesto teórico una cima interpretativa, prácticamente toda la carrera intelectual la fundamenta Octavio Paz en un denodado intento por comprender el mundo desde el poema, echando mano de la hermenéutica del ensayo.

En El arco y la lira (7) (aparecido inicialmente en 1956, y a decir de los estudiosos de su obra, uno de sus libros capitales), reflexiona el autor sobre el fenómeno poético (o de la poesía como género literario y como visión del mundo) y centra su análisis en un «desmedido» deseo por hacer del poema el eje de su recorrido; y alcanza con elegancia tal cometido. No en vano nos comenta: «Dos fuerzas antagónicas habitan el poema: una de elevación o desarraigo, que arranca a la palabra del lenguaje; otra de gravedad, que la hace volver». Esa «separación» y ese «regreso» a la palabra posibilita (¿qué dudas caben?), que el acto poético sea al mismo tiempo un acto de creación, y su hacedor un demiurgo. No nos extraña entonces el énfasis puesto por el autor de intentar comprender el mundo desde el prisma de lo poético, aunque en su camino se bifurquen las expresiones: verso y ensayo. El mismo Paz comprende su escisión por la vía de la necesaria comunicación, fin último del lenguaje. De allí la imposibilidad, a través de la poesía, de explicarla, de hacerla inteligible. Busca el autor en el ensayo la herramienta que le permita desmitificar el lenguaje convertido en poema, y llevarlo al plano del pensamiento y de la razón. A propósito, expresa: «Purificar el lenguaje, tarea del poeta, significa devolverle su naturaleza original», por lo tanto, explicar (explicarse) desde lo poético para hacerse inteligible, es tarea posible con la ayuda de la prosa ensayística.

Desde su propia esencia, bajo estos preceptos, es prácticamente imposible que el poema nos robe el lenguaje, ya que ello negaría su naturaleza e identidad. Poesía y ensayo se dan entonces la mano buscando una completud que les es negada a ambos géneros desde sus mismos nichos. Aunque el bardo afirme contundente que «El poema es una totalidad viviente, hecha de elementos irreemplazables», su vida literaria es un completo mentís a tal aserto, en virtud de echar mano del ensayo, para desde esta cima estilística poder acercarnos a su mundo muy particular de lo poético. En todo caso, podríamos transigir con el autor, que cada palabra del poema es «única» y cualquier intento por transgredirla sería en todo caso una re-creación, un volver al punto de partida. Digámoslo ya: Paz re-crea la poesía desde el ensayo. Su larga vida creadora está escindida entre los dos géneros (poesía y ensayo). Con el primero de los citados busca la palabra «única» y sus propios significados. Con el segundo, re-crea su obra e intenta explicar-se su mundo creativo y de relación. Cuando analizamos su vasta obra ensayística nos sorprendemos al constatar, que casi todas sus páginas tienen el fin último de la re-creación de lo poético. Aunque debemos acotar, en honor a la verdad, que dedicó relevantes piezas y libros al estudio de lo político, y a intentar comprender lo «mexicano» y al ser latinoamericano como visión pluridimensional de la vastedad de sus grandes diferencias y desencuentros culturales.

La re-creación de lo poético
En 1982 publica Octavio Paz Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe(8), en el que se interna, no sólo en el vasto universo literario de esta monja poetisa, figura emblemática de la España del siglo XVII, sino que busca recrear su propia poética; explicarse por la vía de la justificación del otro. Es más, agrega contundente en una de las primeras páginas del libro: «En este sentido mi ensayo es una tentativa de restitución; pretendo restituir a su mundo, la Nueva España del siglo XVII, la vida y la obra de sor Juana». En otras palabras, busca re-crear lo poético y desde ese restituir, el mundo de la autora, el mundo de entonces y la comprensión de la obra poética varios siglos después de alcanzada. Se erige la prosa ensayística, no sólo en re-creadora, sino en co-creadora, al intentar la comprensión, la inteligibilidad del viejo lenguaje, al nuevo verso y lenguaje poético. Expresa Paz: «la lectura es una metáfora doble». Por analogía podríamos afirmar, que poema y ensayo se transforman —en la obra entera de nuestro autor— en una metáfora doble, que se constituye en centro y vida de su poética, de su «plan literario». Además, re-crea desde el ensayo a la poesía, en un deseo profundo de acercarse desde ambas visiones al hecho literario y al mundo. Su ensayo es mayoritariamente poético (y así su actividad literaria hasta La llama doble), en el que «dibuja» por mero artificio (si hablamos de metáfora), el amor y el erotismo, para seguir re-creando su poesía, también esencialmente amorosa, cerrando prácticamente de esta manera su largo periplo desde lo poético.

Como lo señaláramos páginas arriba, logra Paz desarrollar paralelamente con su obra poética y de re-creación ensayística (también desde lo poético), temas de diverso interés: análisis político e histórico, estudio socio-antropológico, en libros celebrados por la crítica y por los lectores. Si bien en Vislumbres de la India (9) toca Paz el tema de lo poético (lo hace de forma tangencial, desde el ángulo de la mera perspectiva cultural), no es la poesía el centro de su discurso, sino las vivencias en su larga permanencia en aquel país. De igual forma en Itinerario(10), aparecido en 1993, el mismo año en el que se publica La llama doble, entrega el autor varios ensayos de naturaleza autobiográfica, en los que aborda con lucidez su relación con México, su trashumancia vital, sus ideas políticas y su relación de aguda preocupación por los problemas de su tiempo histórico. Podríamos mencionar también, y con aparición anterior a La llama doble, Tiempo nublado(11): tomo conformado por disímiles textos ensayísticos en los que el autor analiza temas como la pobreza y la civilización, América Latina y la democracia, el imperialismo, el socialismo y la libertad, entre otros. Destaca también El ogro filantrópico (12), en el que el autor inserta textos de corte político y sociológico, ya abordados con holgura en El laberinto de la soledad (13), publicado en 1950, en el que se interna por los densos caminos de la denominada identidad nacional, tanto mexicana como latinoamericana. Es considerado este libro uno de los clásicos más influyentes en el pensamiento del modernismo en América Latina, y su impacto ha sido clave para develar el «qué somos» y «hacia dónde vamos» como pueblo. En 1966 Octavio Paz publica Las peras del olmo (14), que es un compendio de ensayos en los que discurre en temas que nunca dejará de trabajar: la poesía mexicana, la obra poética de sor Juana Inés de la Cruz, de Ramón López Valverde, de Carlos Pellicer, de Enrique González Martínez, de Antonio Machado y de Buñuel; así como diversos temas de interés cultural: el surrealismo, el arte mágico, la pintura mexicana, y muchos otros. Ese mismo año publica igualmente el compendio de ensayos titulado Puertas al campo (15). En este tomo inserta diversidad de textos y de temas, entre los que sobresale la poesía. Amén de connotados autores de textos narrativos y artistas plásticos. En 1973 sale al mercado editorial El signo y el garabato (16), otro compendio de ensayos, en los que analiza el recurrente tema de la poesía y de sus hacedores, vuelve sobre el modernismo y ahonda en el pedregoso tema de la traducción literaria, en el que fija posición personal, desentraña términos, y fluye con pasmosa erudición tempo-espacial en disímiles épocas y contextos culturales. Al año siguiente publica Octavio Paz Los hijos del limo (17); en él discurre con profusión y maestría en la evolución de la lírica, dada desde el romanticismo hasta sus días. Algunos críticos consideran este tomo como una obra fundamental en su estilo, que vendría en todo caso a continuar lo ya andado en El arco y la lira. Expresa el autor: «En un libro publicado hace más de quince años, El arco y la lira (México, 1956), intenté responder a tres preguntas sobre la poesía: el decir poético, el poema ¿es irreductible a todo otro decir? ¿Qué dicen los poemas? ¿Cómo se comunican los poemas?». Existe entonces un hilo conductor entre El arco y la lira, Los hijos del limo, Sor Juana Inés de la cruz o las trampas de la fe y finalmente La llama doble: el re-crearse lo poético desde el ensayo, el buscar respuestas a sus infinitas inquietudes creadoras.

Toda una tétrada que nos permite sopesar la importancia para el Octavio Paz intelectual, la comprensión del fenómeno de lo poético. Nos dice el autor: «La operación poética consiste en una inversión y conversión del fluir temporal, el poema detiene el tiempo: lo contradice y lo transfigura». Si es cierto entonces que existe una «contradicción entre historia y poesía», como lo afirma luego el autor, podría estar en este punto preciso de nuestro análisis el eje central de su propuesta ensayística: el dilucidar en torno a esta «contradicción» para la comprensión del mundo. El tiempo se erige así en factor clave de dicha «comprensión», orquestando los hilos del lento transcurrir de los días. Resulta interesante el que Paz, quien no fue narrador (mucho menos novelista), reconozca que «la poesía moderna se haya expresado en la novela antes que en la poesía lírica. La novela es el género moderno por excelencia, y el que ha expresado mejor la poesía de la modernidad: la poesía de la prosa». Una relación por demás compleja, que relativiza en nuestro tiempo los linderos de los géneros literarios. En Sombras de obras (aparecido en 1983) (18) hurga Paz, desde la óptica de ensayos y artículos escritos en tiempos disímiles, en sus temas predilectos: poesía, clásicos universales, historia, narrativa, fotografía y plástica. Como en toda su obra ensayística, Octavio Paz hace gala en estos textos de una erudición exenta de pedantería, y establece sutiles vasos comunicantes con libros anteriores, y con los que vendrán luego. En 1984 publica Hombres en su siglo (19), constituido por trece breves ensayos, cuyo espectro abarca poetas, filósofos, escritores, religión y cultura. No es difícil establecer en estos deliciosos textos interrelaciones con pasajes abordados en entregas anteriores, así como la profundización de su pensamiento en torno a su concepción revolucionaria, la diversidad cultural, el lenguaje como expresión de lo creado, y la naturaleza humana. En La otra voz. Poesía y fin de siglo (de1990) (20), el autor estructura su discurso (ensayos escritos en tiempos distintos) en dos grandes capítulos perfectamente congruentes e interrelacionados: Poesía y modernidad y Poesía y fin de siglo. Al respecto, expresa el propio autor: «No vivimos el fin de la poesía, como han dicho algunos, sino de una tradición poética que se inició con los grandes románticos, alcanzó su apogeo con los simbolistas y su fascinante crepúsculo con las vanguardias de nuestro siglo. Otro arte amanece».

En este sentido, resultan significativas las palabras de Paz, ya que se observa un continuum en su pensamiento, en el abordaje de su obra, lo que le confiere a su discurso una coherencia y una organicidad difícilmente halladas en autores de su mismo tiempo y hondura. Volviendo a La otra voz. Poesía y fin de siglo, se observa con claridad una preparación intelectual a La llama doble, que como dijimos en páginas anteriores vendría a erigirse en el culmen de su obra ensayística desde lo poético. Llega luego Al paso (1992)(21), como antecedente inmediato de La llama doble, sólo que en él hallamos, además, diversidad de temas de orden literario y artístico: narrativa, plástica, cine y autores clásicos. Advierte Paz: «Esta serie prolonga otras dos: Corriente alterna (1967) y La vuelta de los días, sección final de Sombras de obras (1983)»

El fuego original y primordial (ensayando un cierre)
Al asumirse como válida la sentencia del poeta en torno al género: «La poesía está regida por el doble principio de la variedad dentro de la unidad», expresada en La otra voz, por extensión podríamos argumentar que esa misma unidad en medio de la diversidad (la unitas múltiplex, planteada por Edgar Morin (22) es perfectamente aplicable al criterio de la llama doble (poesía y ensayo) en la obra de Paz, desarrollado a lo largo de estas páginas. Poesía y ensayo establecen una relación dialógica, que en nada implica la negación de uno con respecto del otro, sino la complementariedad, lo que hace posible su co-existencia y la perfecta interrelación entre ambos géneros. Observamos, como queda dicho, una unidad perfectamente demostrable a lo largo de buena parte de la obra ensayística de Paz, sobre todo cuando sopesamos el binomio creador desde la perspectiva poética y de la prosa ensayística. Es igualmente demostrable la preeminencia del tema literario (poético, en lo concreto) en las páginas de nuestro autor, tanto en las páginas sueltas, que posteriormente llegaron a constituir volúmenes, así como en los ensayos largos, escritos ex profeso, como una forma de cimentar el proceso intelectual capitalizado en una obra bifronte. Esa unidad temática y escritural, supone también unidad de pensamiento y una estructura «arquitectónica» en ese gran complejo argumental y literario llevado adelante por Octavio Paz a lo largo de casi toda su vida.

Pocos autores han reflejado en sus obras tal unidad de criterio y fidelidad genérica, como los presenta el escritor mexicano. Más aún: una unidad genérica que se hace indisoluble en la medida en que maduran el autor y sus textos y se establecen de manera deliberada vasos comunicantes internos entre uno y otro género, entre una y otra posibilidad estética, hasta hacerse «uno» y «muchos» a la vez. Es difícil en buena parte de los ensayos de Paz el poder deslindar al poeta del ensayista, al creador del intelectual, al versificador libre del prosista; a la persona del autor, de su obra entera. La confluencia, la conjunción, la amalgama que se observa entre uno y otro Paz (el poeta y el ensayista), entre una y otra creación (poesía y ensayo), impregna sus páginas de una universalidad sólo equiparable a la amalgama dada entre el pensamiento y la palabra, entre el día y la noche, entre la mujer y el hombre cuando se abrazan en el momento de la cópula, de allí la metáfora feliz dada en La llama doble (su última gran obra). De allí también el amor y el erotismo como partes y como «todo» de un mismo proceso integrador: la vida.

En suma, si el erotismo es para el amor lo que la poesía al lenguaje, podríamos argüir que, en la obra de nuestro autor, la poesía es para el ensayo su excusa, «el fuego original y primordial», la llama que azuza su razón de ser. El ensayo, en contraposición, es re-creación de lo poético. Ergo, ambos metáfora en una suerte de imágenes especulares, que son y no son; realidad y mero artificio literario. Poesía y ensayo, son pues, la llama doble, que se erige en fuego imperecedero en la obra de Octavio Paz: una de las grandes voces literarias de todos los tiempos.


Notas

1. Vila-Matas, E. 2004. El viento ligero en Parma. Sextopiso Editorial. México.
2. Paz, O. 1994. La llama doble. Amor y erotismo. Seix Barral. Biblioteca Breve. Colombia.
3. Bravo, V. 2009. Leer el mundo. Escritura, lectura y experiencia estética. Veintisieteletras. Madrid.
4. Bravo, V. 2008. El nacimiento del lector y otros ensayos. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Caracas.
5. Piglia, R. 2005. El último lector. Anagrama. Narrativas Hispánicas. Barcelona.
6. Op. cit.
7. Paz, O. 1994. El arco y la lira. Fondo de cultura económica. Colombia.
8. Paz, O. 1982. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Fondo de Cultura Económica. Colombia.
9. Paz, O. 1995. Vislumbres de la India. Seix Barral. Biblioteca Breve. Colombia.
10. Paz, O. 1993. Itinerario. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona.
11. Paz, O. 1983. Tiempo nublado. Seix barral. Biblioteca Breve. Colombia. 
12. Paz, O. 1990. El ogro filantrópico. Seix Barral. Barcelona.
13. Paz, O. 1998. El laberinto de la soledad. Cátedra. Letras Hispánicas. Madrid.
14. Paz, O. 1986. Las peras del olmo. Seix Barral. Biblioteca Breve. Colombia.
15. Paz, O. 1989. Puertas al campo. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona.
16. Paz, O. 1991. El signo y el garabato. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona.
17. Paz, O. 1998. Los hijos del limo. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona.
18. Paz, O. 1996. Sombras de obras. Arte y literatura. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona. 
19. Paz, O. 1990. Hombres en su siglo. Seix Barral. Biblioteca de Bolsillo. Barcelona.
20. Paz, O. 1990. La otra voz. Poesía y fin de siglo. Seix Barral. Biblioteca Breve. Barcelona.
21. Paz, O. 1992. Al paso. Seix Barral Biblioteca Breve. Colombia.
22. Morin, E. 2003. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa Editorial. Barcelona.

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